El sacerdote perfecto
Desde la expulsión del paraíso hasta la venida del Redentor, la humanidad vislumbra en figuras imperfectas al Pontífice absoluto, de cuyo poder mediador participarían todos los sacerdotes de la Nueva Ley.
Desde la expulsión del paraíso hasta la venida del Redentor, la humanidad vislumbra en figuras imperfectas al Pontífice absoluto, de cuyo poder mediador participarían todos los sacerdotes de la Nueva Ley.
Ante la fascinante belleza del Hijo de Dios y del don extraordinario de ser llamado al Reino de los Cielos, nos corresponde a nosotros una renuncia completa a lo que nos aleja de ellos: entregarlo todo, so pena de no haber dado nada.
Entre sus filas, la familia dominica cuenta con un sol de incomparable grandeza. A este astro le cupo beneficiar a la Iglesia con la luz de su enseñanza y, sobre todo, con el calor de su santidad.
Con habilidad poética e insuperable ortodoxia, Santo Tomás de Aquino legó a la posteridad, en una breve antífona, la explicitación de la doctrina y del misterio inefable contenidos en el augusto sacramento del amor.
Ilustre miembro de la profética veta iniciada por el profeta Elías, recibió de las manos de María el escapulario del Carmen, prenunciando un período de gloria para la devoción mariana y para la Santa Iglesia.
Pocos personajes históricos merecieron el título de magno. Alejandro lo recibió por sus conquistas militares y por la expansión del Imperio macedonio. Carlos, también llamado padre de Europa, fue grande porque de él y de su Sacro Imperio Romano Germánico nació una nueva civilización. Hubo quienes pretendieron tal denominación, como Napoleón Bonaparte, pero sin éxito… …
Un simple pescador de Betsaida proclama que el hijo de un carpintero es realmente Hijo de Dios, por naturaleza. Allí fue plantado el grano de mostaza, del cual nacerían las iglesias, las ceremonias, las universidades, los mártires, doctores y santos, en fin, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Considerar el carácter correctivo o punitivo del sufrimiento es bastante razonable: ¿cómo explicar, no obstante, la prueba que le sobreviene al inocente?
Cualquiera que conoce las tinieblas de su ceguera y entiende que le falta la luz eterna, debe clamar desde lo hondo de su corazón como el ciego de Jericó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
No son pocos los que sacrificaron su propia vida a lo largo de la Historia, por Dios o por un ser querido. Pero por un enemigo, ¿quién estaría dispuesto a hacerlo? Es lo que Jesús hizo para salvarnos a cada uno de nosotros.