Monseñor

João Scognamiglio Clá Dias

“Él es como un árbol plantado al borde de las aguas” (Sl 1, 3): los Heraldos del Evangelio en poco tiempo “esparcieron sus ramos” por más de 70 países, produciendo abundantes frutos.
Ante esta prodigiosa expansión, muchos se preguntan:

¿Cuál es el secreto de este crecimiento tan rápido? ¿Qué está por detrás de los Heraldos?
Todo se vuelve más claro cuando nos reportamos a los orígenes.
Así fue que todo comenzó:

Nuestro Fundador

Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, E.P., canónigo honorario de la Basílica Papal de Santa María la Mayor de Roma, es fundador de la asociación internacional privada de fieles de Cristo de derecho pontificio, Heraldos del Evangelio, de la sociedad clerical de vida apostólica Virgo Flos Carmeli y de la sociedad de vida apostólica femenina Regina Virginum.

Infancia

El 15 de agosto de 1939, solemnidad de la Asunción de la Virgen al Cielo, nacía en São Paulo, Brasil, João Scognamiglio Clá Dias.

Hijo de Antonio Clá Díaz, español, y Annitta Scognamiglio Clá Díaz, italiana, recibió el Bautismo el 15 de junio del año siguiente en la Iglesia de San José de Ipiranga, cerca de su residencia.

Desde la primera infancia, la Providencia le otorgó el don de la contemplación, así como la facilidad de percibir, a través de todas las criaturas, la acción de Dios. Entonces, durante ciertas noches de insomnio, solía sentarse en el alféizar de su habitación para admirar las estrellas durante mucho tiempo.

 Esa maravillosa y lenta procesión de centelleos, vista por su imaginación infantil como siendo el movimiento de los propios astros, le causaba una profunda impresión.

La devoción eucarística afloró en su alma muy temprano, alrededor de los cinco años de edad, cuando se dio un hecho que marcó su vida.

Al entrar en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, perteneciente a los Padres Agustinos, en el barrio de Ipiranga, se encontró por vez primera con el Santísimo Sacramento expuesto, justo en el instante en el que el Sacerdote se preparaba para dar la bendición. Inexplicablemente atraído hacia esa Hostia blanca, sobre cuyo misterio aún no se había instruido, así como por ese ambiente de santidad y recogimiento, ¡pronto concluyó estar en la presencia de Dios! La sensación de extraordinarias grandeza y majestad, pero al mismo tiempo el efecto de la infinita bondad de Jesús, constituyó para él una invitación a ser bueno y el punto de partida de una devoción eucarística que, a lo largo de los años, solo crecería y se sublimaría. Durante sus estudios, cursados sucesivamente en el Grupo Escolar José Bonifácio, en el Gimnasio Centro Independência y en el Colegio Estatal Presidente Roosevelt, Mons. João siempre se distinguió como el primer alumno de la clase, demostrando una aptitud especial para las matemáticas y las artes. Sin embargo, fueron las clases de Catecismo y las narrativas de la Historia Sagrada las que constituían su encanto y lo colmaron de fe. La Confirmación, realizada el 26 de enero de 1948, así como la Primera Comunión, el 31 de octubre del mismo año, dilataron aún más esa verdadera pasión que siempre tuvo por todo cuanto se refería a la vida sobrenatural y a la religión.

Primera Comunión

Adolesencia

En el inicio de la adolescencia, entrando en choque con la decadencia moral y la vulgaridad ya reinantes en la sociedad de aquella época, lamentó que no hubiese quien las combatiese con el debido vigor.

En su corazón infantil anhelaba reverter de alguna manera la hermosa armonía sideral contemplada en la infancia hacia la vida social de sus compañeros, añadiendo una nota religiosa. Era el soplo del Espíritu Santo, que lo impulsaba al servicio de los demás dentro de los muros sagrados de la Santa Iglesia. Bajo la influencia de estas gracias, al despuntar la juventud, ese empeño por apoyar a sus coetáneos pronto se hizo más explícito: de ahí su propensión a la medicina, la psicología y las artes, así como su sueño de fundar una asociación de jóvenes para evitar que se perdiesen, relacionarlos con Dios y apoyarlos en los caminos de la perfección. Le angustiaba ver cuántas personas se dejaban esclavizar por el egoísmo y actuaban solo por sus propios intereses. Sin embargo, una certeza, proveniente de la fe, le decía: “¡Debe haber un hombre completamente bueno y desinteresado en el mundo! Él está en mi camino y algún día lo encontraré. Entonces, por la noche, se arrodillaba a los pies de la cama y, llorando, rezaba fervientemente treinta Avemarías pidiendo conocer lo antes posible a este hombre, cuya silueta, por singular favor del cielo, ya vislumbraba, aunque no con toda nitidez.

Fue entonces que el 7 de julio de 1956, primer día de la novena a Nuestra Señora del Carmen, Mons. João conoció a Plinio Corrêa de Oliveira, el varón que iluminó sus caminos.

Fue con este encuentro, que Mons. João se sintió llamado a la plena integridad de hijo de la Santa Iglesia, para con ella, en ella y por ella, luchar por el buen orden de la sociedad. Lo que estaba buscando lo encontró, ¡y estaba feliz! Tenía entonces casi 17 años. Por su parte, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, líder católico que marcó el siglo XX de punta a punta con el resplandor de su fe y su audaz militancia por los ideales de la Santa Iglesia, había concebido de niño la constitución de una Orden Religiosa de Caballería destinada a actuar junto a la opinión pública para reformarla. En 1928, al unirse al Movimiento Católico como congregado mariano, había reunido allí un núcleo de amigos, pero carecía de un ‘brazo derecho’ que, compartiendo sus pensamientos y deliberaciones, ejecutase plenamente sus designios. Años después, en una carta a Mons. João, escribió el Dr. Plinio, recordando las amarguras de ese período de aislamiento: “Recuerde esa súplica que se cantaba en la Congregación Mariana: ‘Da pacem, Domine, en diebus nostris, quia non est allius qui pugnat pro nobis nisi Tu, Deus noster’ – Dad la paz, Señor, a nuestros días, porque no hay nadie que pelee por nosotros sino Vos, nuestro Dios. ¡Cuántas y cuántas veces recé en ese sentido! Para que Nuestra Señora me diera paz en mis días, porque no había nadie que luchara por mí, excepto Deus noster, por lo tanto, Nuestra Señora. ¡Más tarde Ella me dio a João, un gran luchador por mí!”. El Dr. Plinio se convirtió en el formador de la mentalidad de Mons. João y, también, lo fortaleció en la perseverancia de las decisiones adoptadas por sus atractivas influencias. Fue por la lógica de sus maravillosas exposiciones, por la claridad de su pensamiento, así como por el agradable aroma de su inocencia, que Mons. João decidió abandonar todo y a todos para servir mejor a Dios bajo su guía y consejo. Junto a ese varón pasó cuarenta años de convivio con lo sobrenatural, con la nobleza del alma, la elevación del espíritu, el celo por la Iglesia y la sociedad, en total veneración por todas y cada una de las jerarquías; en especial, una casi una adoración por el papado.

Encuentro con el Dr. Plinio

Congregación Mariana

Entre los años 1957 a 1960, como primicias de los hechos apostólicos que desarrollaría posteriormente, Mons. João ingresó en las congregaciones marianas.

También fue admitido en la Tercera Orden del Carmen y se consagró como esclavo de amor a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort. En 1958, fue llamado a prestar servicio militar en la recién creada Séptima Compañía de Guardias, del Batallón de Infantería No. 25 en São Paulo. Allí se destacó por su disciplina, voz de mando y habilidad militar, lo que le valió la Medalla Mariscal Hermes da Fonseca, “Plaza más Distintiva”, entre los 208 reclutas incorporados ese año. Además, fue galardonado con el diploma de “Mención de Honor”, “por exhibir un buen comportamiento durante su estadía en las filas del Ejército, trabajando en nombre de la Unidad y consiguiendo con sus esfuerzos el alto concepto de que goza esta Séptima Compañía de Guardias”. Consciente de la eficacia de la música como medio de evangelización, Monseñor João perfeccionó sus conocimientos con el reconocido maestro Miguel Arqueróns, director de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de São Paulo.

La bondadosísima madre del Dr. Plinio, Doña Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, fue para Mons. João, según su propia expresión, “el ángel de la guarda” que lo ayudó a comprender más profundamente la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús.

Él de su lado, desempeñó junto a ella un auténtico papel de hijo, durante los últimos años de su existencia, antes de su fallecimiento en 1968.

Más tarde, Monseñor João publicó la biografía de Doña Lucilia en la Libreria Editrice Vaticana.

Doña Lucilia

Más cerca del Dr. Plinio

A partir de 1975, la figura de Mons. João adquirió mayor irradiación al lado del Dr. Plinio: se convirtió en el orientador de millares de jóvenes de varias naciones, ayudándolos y fortaleciéndolos en la fe.

A unos los arrebató de las garras del demonio, a otros los animó en la búsqueda de la perfección… Inauguró nuevos métodos de apostolado.

Abrió numerosas casas de formación en varios países, en las cuales la vida de oración, estudio y ceremonial religioso se alían al apostolado misionero, siempre con una nota muy destacada de disciplina y combatividad, heredada de su período de servicio militar. Después de empaparse del don de sabiduría tan característico de la espiritualidad del Dr. Plinio, Mons. João se convirtió en un discípulo perfecto, capaz de llevar adelante la obra iniciada por su maestro, modelo, regente y guía. Sus cualidades naturales y sobrenaturales, su excelente actuación, audacia y fidelidad llevaron al Dr. Plinio a considerarlo como un “archi-hijo”, llegando, en diversas circunstancias, a calificarlo como de “bastón de mi vejez”, “auxiliar de oro”, “instrumento bendecido” e incluso “alter ego” – otro yo. En una ocasión, el Dr. Plinio escribió: “Manda la justicia que yo diga: nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías como Ud.”. Con la muerte del Dr. Plinio el 3 de octubre de 1995, Mons. João enfrentó la ausencia física de esa figura fundamental de su vida.

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En 1999, decidió fundar la Asociación Internacional Privada de Fieles Heraldos del Evangelio, que recibió la aprobación del Papa San Juan Pablo II el día 22 de febrero de 2001.

Bajo las bendiciones de la Cátedra de Pedro, la asociación pronto se expandió a 78 naciones y englobó una realidad amplia y brillante, compuesta principalmente por jóvenes. Misiones marianas en parroquias, Apostolado del Oratorio María Reina de los Corazones, visitas a familias, cárceles y hospitales, servicios de correo-directo para millones de personas, Proyecto Futuro y Vida en las Escuelas, TV-Heraldos y la agencia de noticias Gaudium Press y el Fondo de Ayuda Misericordia, son algunas de las actividades desarrolladas por los Heraldos en los más variados campos de la sociedad. Gracias al apostolado realizado por Mons. João también floreció un numeroso grupo de mujeres jóvenes deseosas de entregarse a Dios según el carisma de los Heraldos del Evangelio. Recibieron ellas su estructura definitiva el 25 de diciembre de 2005, con la fundación de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, aprobada unos años más tarde, el 26 de abril de 2009, por el Papa Benedicto XVI. Tanto los jóvenes como las muchachas, viviendo en comunidades separadas, abrazan una vida de intensa espiritualidad, que incluye la participación diaria en la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento y la recitación del Rosario y la Liturgia de las Horas. Además de la práctica de los consejos evangélicos, obediencia, castidad y pobreza, observan un “Ordo de Costumbres”, cuidadosamente elaborado por Mons. João, que puede sintetizarse en la frase de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Bajo la guía y el aliento de Mons. João surgieron los cooperadores de los Heraldos del Evangelio, abnegados voluntarios ​​que dedican su tiempo disponible, en medio de sus obligaciones familiares o profesionales, a la evangelización según el carisma de la institución. Llevan una característica capa blanca con cruz roja. La gran familia de los Heraldos del Evangelio cuenta actualmente con aproximadamente 10 millones de miembros en los cinco continentes.

Aprobación Pontificia de los Heraldos del Evangelio

Doctor en Teología y Derecho Canónico

Teniendo en vista la formación intelectual, espiritual y doctrinaria de sus seguidores, Mons. João realizó estudios teológicos tomistas con grandes catedráticos de la Universidad de Salamanca y del Angelicum de Roma.

Entre ellos se incluyen al P. Victorino Rodríguez y Rodríguez OP, el P. Antonio Royo Marín OP, el P. Fernando Castaño OP, el P. Esteban Gómez OP, el P. Arturo Alonso Lobo OP, el P. Raimondo Spiazzi OP y el P. Armando Bandera OP.
Además de cursar derecho en la tradicional Facultad del Largo de San Francisco en São Paulo, también se licenció en Humanidades en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santo Domingo, República Dominicana; obtuvo una maestría en psicología de la Universidad Católica de Colombia; se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum), de Roma, así como en Teología por la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, Colombia.
Mons. João también es miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA), de la Academia Marial de Aparecida y fue miembro de la Pontificia Academia de la Inmaculada. Fue galardonado en varios países por su actividad cultural y científica, recibiendo la Medalla de Ciencias de México y la Medalla Anchieta, considerada la más alta honra de la ciudad de São Paulo.
Mons. João también fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista (IFAT) y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino (ITTA), así como el Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica (IFTE), para la rama femenina.

“Quiero unirme más a Jesús, quiero ser su vehículo para absolver a cuantos encuentre en busca del perdón divino, quiero ser consumido como una hostia al servicio de Él en beneficio de mis hermanos y hermanas” (Carta, 25/4/2005).

Una inquietud misteriosa lo invitaba para más y más, arrebatándolo en su interior. Junto al Santísimo Sacramento del Altar -por el cual, desde los primeros días, se había grabado un ardor especial en su corazón infantil- su ser no solo entraba en calma, sino que siempre se sentía de un modo angelizado y dispuesto a todos los holocaustos. ¿Cómo acercarnos aún más a Él, ser uno con Él, ser otro Él mismo, conociéndolo y amándolo más fervientemente, y así servir a la Santa Iglesia y a la sociedad con perfección? Buscando el auxilio de la gracia, manteniendo siempre el celibato y la castidad prometidos a Dios décadas atrás, surgió, irresistible y claro como un sol, el deseo entrañado de caminar por las vías sacerdotales, culminando así en cuanto a la forma, su travesía de donación total a Dios y a la causa de la Santa Iglesia. Por eso, el 15 de junio de 2005, con otros 14 miembros de los Heraldos del Evangelio, Mons. João fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen en São Paulo. Para dar cuerpo a ese ramo sacerdotal de su obra, fundó la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli. Aprobada por Su Santidad Benedicto XVI el 21 de abril de 2009, ella ahora cuenta con más de 200 clérigos y 300 seminaristas.

Sacerdocio

Pro Eclesia et Pontifice

En reconocimiento al largo y dedicado servicio de Monseñor João Clá a la Iglesia, el Santo Padre Benedicto XVI le concedió la Medalla “Pro Eclesia et Pontifice”, el 15 de agosto de 2009. Se trata de uno de los más altos honores concedidos por el Sumo Pontífice.

Se concede a quienes se distinguen por sus esfuerzos en favor de la Iglesia y del Romano Pontífice.
La medalla fue entregada personalmente a Monseñor João Clá por el Cardenal Franc Rodé, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Determined to dedicate himself to the apostolate, his fidelity to the Saint Peter and fully conscience of the necessity of a complete doctrinal formation, led him to study theology with the great professors of the University of Salamanca, Spain, such as, the Reverend Arturo Alonso Lobo, O.P., the Reverend Marcelino Cabreros de Anta, C.M.F., the Reverend Victorino Rodríguez y Rodríguez, O.P., the Reverend Esteban Gómez, O.P., the Reverend Antonio Royo Marín, O.P., the Reverend Teófilo Urdánoz, O.P., and the Reverend Armando Bandera, O.P.  In grateful recognition to his teachers he later published short biographies of many of them in English and Spanish, such as, Antonio Royo Marin, O.P.: A Master on the Spiritual Life, a Brilliant Preacher, and a Famous Writer, and Fr. Cabreros de Anta, C.M.F.: A Firm Pillar of Canon Law in Our Century.

His desire for perfection spurred him to make a first attempt to form a community in a former Benedictine edifice in São Paulo in 1970. None of the companions that joined him in that first attempt persevered. But, in spite of numerous difficulties, a community finally took root and blossomed into a movement for evangelization led by Monsignor João Clá. From this initial foundation many others were established where members can dedicate themselves to prayer and to study in preparation for works of evangelization. This movement later obtained canonical recognition as a Private Association of Christ’s Faithful, the Heralds of the Gospel, in the diocese of Campo Limpo, Brazil.

Spreading beyond the borders of Brazil, houses were established in more than twenty countries.

Consequently it was elevated to a Private Association of Christ’s Faithful of Pontifical Right by the Pontifical Council of the Laity on February 22, 2001. Today it carries out activities in seventy-eight countries on five continents. Shortly after receiving pontifical approbation, the Vicariate of Rome entrusted the care of the Church of St. Benedetto in Piscinula to the Heralds of the Gospel.

As President General of Heralds of the Gospel, Monsignor João Clá, discerned a similar grace among a group of young women who wanted to consecrate themselves to the apostolate. For this reason he saw the need to establish a branch for women who could live in community with a lifestyle similar to the communities of men. The branch of women has likewise witnessed rapid growth and the Holy Father formally recognized the Society of Apostolic Life Regina Virginum on April 4, 2009.

All of Monsignor João Clá’s undertakings are a testimony to his faith, a faith that is lively and bold, joyful and intrepid. Endowed with a remarkable gift for oratory, he has lectured to packed audiences in Europe and America demonstrating an ability to inflame hearts with enthusiasm for the truths of the faith, the courage to practice virtue and the certainty of the victory of the Holy Catholic Church in the fight against the materialism, the hedonism and the relativism of our time.

The clearest expression of his desire to serve the Lord and his brethren was Monsignor João Clá’s decision to prepare for the priestly ministry with some of his companions. Since the remote origins of Heralds of the Gospel can be traced to that group of men who become members of the Third Order of Carmel, it was only natural that a Carmelite bishop, the Most Reverend Lucio Angelo Renna, Bishop of Avezzano, Italy, would ordain the first members of the association to the priesthood.

This initial group of men were ordained together with Monsignor João Clá on June 15, 2005, in the same Basilica of Our Lady of Mount Carmel, where fifty years earlier, he began his activities in the service of the Church and his brethren. Cardinal Cláudio Hummes, the Archbishop of São Paulo, honored the occasion with his presence. Seven bishops and seventy priests concelebrated.

These priests of the Heralds of the Gospel and those which followed formed the Clerical Society of Apostolic Life Virgo Flos Carmeli, which was approved by Pope Benedict XVI on April 4, 2009. Currently Monsignor João Clá, as the founder of Virgo Flos Carmeli, is its superior general.

Gifted with a talent for music, he has established more than fifty choirs and symphonic bands in twenty-four countries.  Until recently he personally directed the Heralds of the Gospel’s International Choir and Orchestra , which has performed in famous churches and theaters throughout Europe and the Americas.

Moved by the desire to extend the reach of his apostolate, Monsignor João Clá has written and published numerous books, which have enjoyed enormous success.  While many of them have had print-runs in the hundreds of thousands, some of them have reached a circulation of more than a million copies.  Many of these works have also been translated from the Portuguese into Spanish, English, Italian, French, Polish, and Albanian.  Some of the titles include: Fatima, Aurora of the Third Millennium, The Rosary: a Prayer of Peace, The Sacred Heart of Jesus: a Treasure of Goodness and of Love, The Miraculous Medal: Story and Celestial Promises, Jacinta and Francisco, the privileged of Mary, The Luminous Mysteries of the Rosary, Daily Prayers. Four works are especially noteworthy because of the quality of the research undertaken and for their erudition: The Mother of Good Counsel of Genazzano, Dona Lucilia, Commentaries on the Little Office of the Immaculate Conception and New Insights on the Gospel.

He is member of various scholarly organizations, such as,  the International Society of Thomas Aquinas and the Marian Academy of Aparecida, and his academic, cultural and scientific achievements have been recognized internationally. For example, Mexico awarded him its Medal of Science.  Since  2002 he is a regular contributor to Heralds of the Gospel Magazine, where write commentaries on the Gospel.  The magazine is published in Portuguese, English, Spanish and Italian.

In October 2007 Monsignor João Clá founded and has contributed to the academic journal Lumen Veritatis published by the Aristotelian-Thomist Philosophical Institute (Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista – IFAT) and the Saint Thomas Aquinas Theological Institute (Instituto Teológico São Tomás de Aquino – ITTA).

To promote works of apostolate and charity, especially among the poor and underprivileged, Monsignor João Clá established a charitable fund, called Fundo Misericordia in order to collect and offer direct assistance to individuals and to institutions directly involved in providing aid to the needy in Brazil.

Under his guidance and with his continual encouragement, the Heralds of the Gospel International Academy opened its doors to students in 2005 significantly broadening its outreach and initiating a new era in its academic programs and activities.

His most recent accomplishments include the building of the church Our Lady of the Rosary located by the seminary of the Heralds of the Gospel.  This church was raised to the rank of minor basilica by Benedict XVI in 2012.  Thanks to his initiative and encouragement, several other important construction projects have been successfully concluded or are in advanced stages.  This includes the notable motherhouse of the Society of Apostolic Life Regina Virginum as well as other seminaries, churches and centers for evangelization.

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