Quien impone las Cenizas al inicio de la Cuaresma al Papa, pronunciando: “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, es el Cardenal sacerdote de la Parroquia de Santa Sabina, en Roma.
Especial situación, y no menor preocupación, fue para el Cardenal Jozef Tomko que sería, en su momento, quien las impondría a San Juan Pablo II. Eran dos frases, una u otra, difíciles de decir, reconocía el purpurado en entrevista al L’Osservatore Romano (6-2- 2008).
La primera frase, aludía este Prelado, era el Papa quien se la tendría que decir: “¿cómo puedo recordárselo yo al Papa?”. Más difícil era pronunciar la segunda, pues Juan Pablo II estaba en edad avanzada y “era como recordarle de nuevo lo que él no solo sabía, sino que lo sentía en su cuerpo”. Ante difícil elección, optaría por una fórmula que sabía no era suya, “sino las palabras de Dios ante las que todos debemos inclinar la cabeza”.
Lo narrado nos introduce en el camino de la Cuaresma, tiempo de combate espiritual en que, rechazando el mundo secularizado, nos invita a “escuchar la Palabra de verdad; vivir, hablar y hacer la verdad; evitar la mentira, que envenena a la humanidad y es la puerta de todos los males” (Benedicto XVI, 1-3- 2006).
Las cenizas – bendecidas por el sacerdote – tienen su origen en los ramos quemados del año anterior. El ministro las coloca en la frente en forma de cruz. Permanecen así, durante el día, los católicos, con la marca de la Cruz de Cristo en sus frentes, proclamando su fe con ufanía, ante el mundo descreído que los rodea.
Trae a la memoria, este ceremonial de luto y de dolor, nuestra fragilidad, el pecado, el fin de hombre y lo pasajero de los bienes de este mundo; nos compenetra de cómo debemos humillarnos y hacer penitencia.
El “conviértete y cree en el Evangelio” hace presente el caminar rumbo a una conversión auténtica y profunda. El “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, evoca lo efímero de nuestra naturaleza; pues, queramos o no, seremos transformados en polvo. Algunos sacerdotes pronuncian una u otra, sucesivamente, como dejando en la mano del propio Dios, las palabras que recibirá el fiel al aproximarse.
Profundo es el simple rito, signo de verdadera penitencia, del deseo de una profunda “metanoia” espiritual, de un cambio de mentalidad que transforme y renueve al hombre. Iniciando el Miércoles de Ceniza y concluyendo el Jueves Santo, cuarenta días, de ahí el título de Cuaresma.
En este itinerario se nos invita a practicar con más intensidad tres obras de piedad: el ayuno, la limosna y la oración.
Ayunar. Abstenernos de comida, no es el único sacrificio a practicar. Lo principal, decía Benedicto XVI, será “abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios” (9-3- 2011). Será renunciar al amor propio, a las faltas de paciencia, a las actitudes violentas con relación al prójimo, a la mentira, al consumismo. Huir de la “la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente” (Francisco, Mensaje Cuaresma 2018).
La limosna deberá estar marcada por la prodigalidad hacia las necesidades de nuestro prójimo, especialmente de los que sufren. Mucho nos impactamos con la pobreza material, poco comprendemos que hay una mucho más dolorosa: “la pobreza espiritual”.
La oración. Tengamos una oración más fiel, que surja de nuestro corazón, que no sea apenas de los labios: “no todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7, 21): orar, meditar, vivir la Palabra de Dios.
El tiempo cuaresmal invita a que cada familia, cada comunidad, aparten de sí todo lo que aleje de las cosas espirituales. Que se alimenten de la oración en familia, de la lectura de la Palabra de Dios, se acerquen al sacramento de la Reconciliación, participen de la Eucaristía dominical, y siempre que puedan de la semanal.
Conversión, no apenas por estos cuarenta días, ni superficial, sino profunda. Que produzca cambios de actitud, tan necesarios en el mundo de hoy, rumbo al orden y la paz, no solo en la familia, también y especialmente, en la sociedad. Que tengamos, por lo tanto, un sincero y profundo propósito de arrepentimiento y cambio de vida. Es lo que les deseo a todos y cada uno.
P. Fernando Gioia, EP. padrefernandogioia@heraldos.info www.reflexionando.org