La Santísima Virgen se apareció de nuevo a Sor Lucía el 10 de diciembre de 1925, en el convento de las hermanas Doroteas de Pontevedra, España, con el Niño Jesús, diciendo:
«Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas con las que los hombres ingratos clavan a cada instante con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, trata de consolarme, y di a todos los que [practican] la [Devoción] del primer sábado que prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas».
Nuestro Señor le dijo a Sor Lucía la razón de los cinco sábados: «Hija mía, la razón es sencilla: hay cinco clases de ofensas y blasfemias contra el Inmaculado Corazón de María:
Mientras muchos no quieren escuchar las palabras de Nuestra Señora en Fátima, su súplica se renueva en todos aquellos que llevan el título de Hijos de María.
Los Heraldos del Evangelio desean la inmensa gracia de ser contados entre sus hijos y auténticos devotos.
Por esta razón, los Heraldos del Evangelio renuevan mensualmente, desde hace casi veinticinco años, la Devoción de los Cinco Primeros Sábados, tal como lo pidió la Santísima Virgen. Estas devociones no solo pretenden reparar las ofensas cometidas contra Ella, sino también -de alguna manera- «anticipar» el triunfo de su Corazón Inmaculado.
Además, y de forma exclusiva para los Heraldos del Evangelio, durante el acto de reparación de los Primeros Sábados tiene lugar una magnífica coronación de la Imagen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima. Esta ceremonia es iniciativa de Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio.
Esta coronación quiere representar la ceremonia que se celebra en el Cielo, proclamando a María como Reina de toda la creación, a la espera del día glorioso, prometido por Ella a los tres pastorcitos, en que su reinado se instaurará sobre la faz de la tierra.
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