Auge de toda la Liturgia
Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final.
Jn 13, 1
En el Triduo Pascual, la Santa Iglesia nos hace revivir los momentos más sublimes de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, los misterios más augustos de nuestra fe, los choques más intensos entre la Luz y las tinieblas.
Con esta intención, los Heraldos del Evangelio ayudaron a la Hermana Franciscana Misionera de la Inmaculada Concepción en esta Semana Santa.
Jueves Santo
Con una solemne celebración de la Santa Misa, la comunidad se regocijó al conmemorar la Institución de la Sagrada Eucaristía y del Sacerdocio.
Sin embargo, la gran alegría que traen el Sacerdocio y la Eucaristía pronto da paso a la agria traición de Judas Iscariote.
El Sacerdote y los fieles procesionan hacia un Altar de Reposo, acompañando así a Nuestro Señor en su camino hacia el Huerto de los Olivos. Justo cuando la Pasión de Nuestro Señor está a punto de comenzar.
Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»
Mt 26, 38
Al final de la ceremonia del Jueves Santo, comienza una vigilia de adoración al Santísimo Sacramento. Acompañando a Nuestro Señor en su Agonía y atendiendo a la súplica que dirigió a los Apóstoles: “… velad conmigo” (Mt. 26, 38).
Viernes Santo
Al día siguiente, tiene lugar la ceremonia del Viernes Santo. Acompañando a la desolación y al infame deicidio, la comunidad se reúne para adorar a Nuestro Señor Crucificado en reparación y en acción de gracias por el acto de amor más extremo.
Vigilia Pascual
El que se proclamó “Luz del mundo” (Jn 8,12), después de haber sido traicionado y entregado a los judíos, yace inmóvil en un sepulcro, aparentemente sin ningún poder.
En medio de esta oscuridad, en la gran “noche” de la historia, “la Luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no pudieron vencerla” (Jn 1,5). A través de esta Liturgia se revive el mayor acontecimiento que ha tenido lugar, uno de los mayores misterios de nuestra Fe: ¡de las sombras de la muerte, emerge resplandeciente Cristo Resucitado!
La llama que el Sacerdote enciende en el Cirio representa la vida de Cristo Resucitado, que, como Cabeza de la Iglesia, transmite su propia vida a cada uno de sus miembros. Esta llama indica también que la fe en la Resurrección resplandece ya en toda la Iglesia.
Después, en procesión, todos entran en la Iglesia, donde la ceremonia encarna el cambio radical de la noche que cubrió la tierra a la gloria más resplandeciente de la Resurrección.
“Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nues-
tro gozo” (Sal 117, 24). Éstas son algunas consideraciones que fa-
cilitan entender porqué la Pascua de Resurrección es la Fiesta de
las fiestas, la Solemnidad de las solemnidades, ya que el misterio
en ella presente es de los más importantes para la historia de la
cristiandad, como lo afirma San Pablo: “Pero si Cristo no ha re-
sucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe”
(I Cor 15, 14).
(Extraído de lo Inedito de los Evangelios de Mons. João, V. 1, p.268).