Cooperadores

"Todos los fieles, de cualquier estado o rango, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" - San Juan Pablo II

Testimonio poderoso

El poderoso testimonio ofrecido por los miembros de Heraldos del Evangelio ha atraído a numerosas personas a asociarse al carisma.

Este deseo va más allá de ser receptores pasivos del buen ejemplo y de otras gracias concedidas por la Divina Providencia a través del ministerio de los Heraldos del Evangelio. Más bien, les ha llevado a formar parte activa de este ministerio, cada uno según su respectiva profesión y condición de vida, compartiendo la espiritualidad y el carisma particulares de la asociación y convirtiéndose en portadores de la Buena Nueva.

Fue debido a este deseo de muchos que surgió la nueva institución de «Compañeros» dentro de Heraldos del Evangelio. En ella, los compañeros pueden participar en los esfuerzos evangelizadores de Heraldos del Evangelio.

¿Quienes son?

Según los Estatutos de los Heraldos del Evangelio, estos Cooperadores son aquellos que, «aunque se identifican con el espíritu de la Asociación, debido a sus deberes sacerdotales, o por pertenecer a un instituto de vida consagrada o a una sociedad de vida apostólica, o debido a sus obligaciones profesionales o familiares, no pueden entregarse plenamente a los trabajos de la Asociación» (Estatuto 9).

Por ello, como laicos casados o solteros que viven en el mundo, sacerdotes, diáconos, religiosos, laicos de vida consagrada o miembros de otras asociaciones o movimientos eclesiales, los Cooperadores de los Heraldos del Evangelio, además de observar los preceptos y deberes propios de su estado de vida, se esfuerzan por vivir en conformidad con el carisma y la espiritualidad de la Asociación, dedicándole su tiempo libre y comprometiéndose a cumplir determinadas obligaciones.

Ministerio

Los Heraldos del Evangelio están al servicio de la Iglesia. Anuncian el Evangelio a todas las clases sociales, trabajan en parroquias, hogares y escuelas. Actúan en los más diversos medios sociales y culturales, entre los profesionales, entre la clase obrera, en el mundo del deporte, en el mundo de la televisión y de la radio, en los hospitales, en las residencias de ancianos, en los barrios marginales, en las cárceles, en cualquier lugar donde puedan llevar consuelo, aliento y esperanza.

En la medida en que sus obligaciones en la vida se lo permiten, un Cooperador participa también en estas actividades, bajo la dirección de los designados por el respectivo superior.

Desean aplicar a su vida cotidiana -en sus círculos familiares, durante las actividades sociales y en el lugar de trabajo- el espíritu y la enseñanza de los Heraldos del Evangelio, siendo testigos de Cristo ante el prójimo tanto con la palabra como con el ejemplo.

Espiritualidad

Al mismo tiempo, como cualquier Heraldo del Evangelio, saben que todos sus esfuerzos serán inútiles, si sus corazones no están íntimamente unidos a Jesús y a María, pues la vida interior es el alma del apostolado.


Dar testimonio de la belleza, del esplendor de la virtud y de la verdad; ser símbolo de la infinita grandeza y bondad de Dios, transmitiendo una nota de solemnidad y pulcritud, en todas sus manifestaciones, es el ideal de los Heraldos del Evangelio.


De acuerdo con este carisma, los Heraldos del Evangelio -los que llevan una vida enteramente dedicada, así como los Compañeros- buscan la perfección de la caridad en todas las cosas: «La mayor [de las tres virtudes teologales] es la caridad» (1 Co 13, 2-3.13). Desean alcanzar la santidad misma.


Como alertó el San Juan Pablo II, la santidad «es un deber que concierne no sólo a ciertos cristianos: ‘Todos los fieles cristianos, de cualquier estado o rango, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad'»(Lumen Gentium 40, Novo Millennio Inuente 30).

 

«Toda la vida de la comunidad cristiana y de las familias cristianas debe orientarse en esta dirección…. los caminos de la santidad son personales y exigen una auténtica ‘formación en la santidad’… Esta formación debe integrar los recursos ofrecidos a todos, tanto con las formas tradicionales de ayuda individual y de grupo, como con las formas más recientes de ayuda ofrecidas en asociaciones y movimientos reconocidos por la Iglesia» (Novo millennio inuente, 31).

«Como ha explicado el mismo Concilio -continúa el beato Juan Pablo II-, este ideal de perfección no debe malinterpretarse como si implicara una especie de existencia extraordinaria, posible sólo para unos pocos ‘héroes poco comunes’ de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples, según la vocación de cada uno» (Novo millennio inuente, 31).

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Como todo Heraldo del Evangelio, los Cooperadores participan de las gracias especiales que Dios envía a la Asociación. El Santo Padre les ha concedido indulgencias plenarias in articulo mortis, el día en que uno es recibido en la Asociación, y en las fiestas de la Cátedra de Pedro (22 de febrero) y de Nuestra Señora del Buen Consejo (26 de abril).

Se agrupan en Sodalidades, organizadas en función de sus parroquias, o de la proximidad de una casa de los Heraldos del Evangelio.

Para ser un Cooperador

Para llegar a ser Cooperador, el candidato comienza por hacer la preparación de la Consagración a Jesucristo Sabiduría Encarnada, por manos de María, según el método de San Luis de Montfort ya mencionado.

Al completar un período de formación en relación con el Carisma, los candidatos reciben la capa de Compañero, la insignia o pin con la que se identifican y el Libro de Oraciones en una ceremonia de recepción y firman un contrato de compromiso de un año para cumplir con todas las obligaciones que conlleva el estado de Compañero.

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